El
estatuto teórico de la pedagogía en la transición posmoderna
Alejandro Alvarez Gallego
Profesor
Universidad Pedagógica Nacional
Grupo
Historia de la Práctica Pedagógica
Colombia
Presentación[1]
No será
posible hacer un planteamiento exhaustivo que de cuenta del nombre de la
conferencia, por obvias razones. Sin embargo lo ambicioso del título es un
estímulo para pensar, para provocar las ideas y exigirles que nos ayuden a
entender qué nos está pasando hoy a los maestros, a los formadores de maestros,
qué le pasa a la pedagogía, a la educación, a la escuela, a los niños, niñas y
jóvenes, a los políticos y a la sociedad en general, cuando parece ser una
verdad incuestionable que ya la escuela no es la única institución que educa.
Es una
verdad de a puño que tiene consecuencias trascendentales sobre la sociedad,
porque durante varios siglos occidente se había organizado de esa manera:
1. Durante
más de trescientos años (por lo menos doscientos en nuestros países), occidente
acordó que los niños, niñas y jóvenes irían a pasar sus primeros años de su
vida estudiando en la escuela. Acordó que allí aprenderían las nociones básicas
del conocimiento socialmente aceptado con las cuales podría ejercer la
ciudadanía y acceder a los bienes culturales y económicos que la sociedad
distribuiría. Hoy eso se consigue de muy diferentes maneras.
2. Fue en
ese contexto en el que se configuró la pedagogía como el saber que habría de
orientar los modos de educación escolarizados, en todas sus variantes. Hoy
existen muchos otros modos de educación que le piden a la pedagogía su
orientación.
3. La
sociedad se ocupó de discutir, ajustar y variar de mil maneras las formas como
este proceso se hacía universal, se hacía laico o confesional, se integraban o
no a todas las clases sociales, se incluían contenidos patrióticos o
civilizatorios, se le entregaba a profesionales de la pedagogía o a
profesionales formados en las disciplinas, se regulaba la disciplina con
castigos o con el diálogo, se controlaba su funcionamiento desde el Estado
central o con autonomías provinciales, se financiaba exclusivamente con el
erario público o se toleraba el cobro de los particulares, se evaluaba a los
individuos o a las instituciones, se priorizaba la educación del alma, la mente
o el cuerpo ... en fin. Hoy las discusiones sobre la educación se han
descentrado y las que se refieren a la escuela son apenas un capítulo.
Todo lo
anterior da cuenta de las condiciones sobre las cuales se había constituido un
modo de ser de la pedagogía. Hoy tenemos que reconocer que la pedagogía es un
asunto que desbordó a la escuela. Es más, hablamos de pedagogías, en plural,
significando que los objetos de sus preguntas van más allá de las cuatro
paredes que le dieron origen en la modernidad.
Muchos
planteamientos contemporáneos están hablando de la Sociedad Educadora y de la
Ciudad Educadora, con lo cuál se empiezan a institucionalizar, a formalizar e
incluso a teorizar los dispositivos pedagógicos que se utilizan para educar la
población más allá de la escuela.
Los
discursos sobre Pedagogía Ciudadana y Pedagogías Urbanas están en plena furor.
Muchos de esos discursos tienen un tinte fuertemente disciplinador y en algunos
casos parecen estrategias de control, antes que otra cosa.
Los
debates actuales sobre el problema de la Gubernamentalidad que han planteado
Foucault (Biopolítica) y Deleuze (Sociedades de Control), entre otros, están
poniendo en evidencia que los cambios en la sociedad contemporánea están
transformando los mecanismos tradicionales de gobierno de la población, pasando
de las políticas de disciplinamiento, ejercidas a través de las instituciones
que la modernidad había creado (Hospital – Cárcel – Escuela – Familia), a las
políticas de control ejercidas a través de la publicidad, los medios de comunicación,
las tecnologías de la información, las políticas de evaluación, el libre
mercado, las guerras y el miedo.[2]
En ese
sentido habría que examinar hasta donde estas nuevas Pedagogías Urbanas y
Ciudadanas están o no contribuyendo con el afinamiento de las tecnologías de
control que buscan hacer más expeditas las formas de circulación y acumulación
del capital en las nuevas formas de producción económica instaladas por el
posfordismo.
Con una
precaución: evitando los análisis simplistas que ven solamente dominación en
las formas de comunicación y de educación que se están creando. Desde nuestra
perspectiva, en las dinámicas de cambio acelerado en que vivimos, donde se
desestructuran tan fácilmente los discursos y las instituciones convencionales,
hay prácticas que pueden ser
direccionadas en sentidos diferentes y eso genera posibilidades de resistencia
y de alternativas a los intereses que pretenden controlar y dominar.
Ahora
bien, esta nueva realidad en la que la pedagogía ha desbordado la escuela, le
ha exigido a esta transformarse.
Allí
aparece una nueva tensión relacionada con el interés del Estado, los
empresarios, los organismos internacionales, los maestros, las comunidades, los
jóvenes y las organizaciones sociales, para tener control de ella.
En ese
sentido, los actores sociales reivindican la democratización de las políticas
públicas en educación, para incidir en su destino, reivindican la democracia
escolar para que de verdad puedan participar en la toma de decisiones sobre la
vida cotidiana de la escuela.
También
los empresarios y los organismos internacionales negocian con el Estado la
posibilidad de incidir en la toma de decisiones que favorezcan la eficiencia,
la productividad, la competitividad y la innovación.
Como
resultado de estas presione y de la incidencia de estos actores en la vida de
la escuela, se han operado transformaciones importantes, legales y prácticas,
sobre los métodos de enseñanza y los contenidos curriculares. Desde todos los
sectores se le pide a la escuela que flexibilice incluso sus estructuras y que
se disponga a estar abierta a transformaciones permanentes, tal como rezan los
discursos posmodernos, tanto los de tendencia neoliberal como los de tendencia
democrática.
Las otras
educaciones, las que suceden por fuera de la escuela, desde las comunitarias,
las indígenas, las de las organizaciones sociales populares, hasta las
empresariales, las telemáticas, en todas sus variantes, están introduciendo
prácticas pedagógicas igualmente flexibles, versátiles, móviles, cambiantes,
buscando acomodarse a la velocidad de los cambios sociales y culturales de la
contemporaneidad. Este afán por cambiar golpea las puertas de la escuela cada
vez con más fuerza y está guiando los discursos pedagógicos contemporáneos,
ahora que se ven impelidos a ocuparse de los otros modos de educación.
Si
interrogamos este presente es para buscar las condiciones en que están
apareciendo los nuevos modos de ser de la pedagogía. Por eso conviene mirar
cómo es que se ha venido generalizando e incluso institucionalizando el
discurso sobre el cambio, la flexibilización y la innovación que parece
imponerse en el campo de la pedagogía.
Dicho
discurso hay que examinarlo con cuidado, porque tiende a imponerse como un
fenómeno inevitable, como signo de los tiempos, como una realidad
incuestionable. De hecho es muy sugestivo; la tradición crítica lo ha
utilizado, los defensores de la modernidad también. Recordemos la frase de Marx
“Todo lo sólido se desvanece en el aire”, que Marshal Berman convirtió en un libro
para mostrar cómo la modernidad occidental (liberal, pero también marxista), se
enfrentó a la tradición y a las instituciones comunitarias con ese principio de
la innovación y el cambio permanente.
En el
contexto Marxista, cuando se hablaba de cambios, se diferenciaban los cambios
cuantitativos de los cualitativos. Los primeros eran propios de la sociedad
capitalista misma; en ese sentido, las contradicciones en las relaciones de
clase iban produciendo cambios en el modo de producción que se acumulaban hasta
producir el salto cualitativo revolucionario, que daría lugar al socialismo y
luego al comunismo. El cambio revolucionario era el cambio estructural, por el
que trabajaba el proletariado.
En el
contexto liberal el cambio era un imperativo. El progreso era impostergable,
inaplazable e inevitable. El Fausto de Goethe lo expresó de manera sublime.
Por eso
hay que preguntarse, antes de aceptar hablar de innovación y cambio: ¿a qué innovación y qué cambio se refieren?,
¿para qué cambiar y al servicio de qué intereses?
Podríamos
decir que el problema no es la flexibilidad y el cambio en sí mismos, sino
saber en qué medida sirven para acabar o para incrementar los procesos de
fetichización (ética) que nos hace extranjeros de nosotros mismos, la
enajenación (política) que nos hace vulnerables a las modas o a los discursos
hegemónicos, la marginalidad y la discriminación (cultura) que nos hace sentir
inferiores, o la pobreza (economía) que nos inhabilita para ejercer los
derechos fundamentales en condiciones dignas. Por eso hay que preguntar: ¿quien
es el OTRO a quien se le pide cambiar?, ¿a quién hay que cambiar?, ¿quién
cambia a quién?
Hasta acá
hemos planteado que la modernidad creó la escuela para introducir el cambio
cultural que necesitaba producir en la población para que asumiera un modo de
vida en el que nada permanecía estático. También hemos dicho que la escuela se
vio desbordada en su misión transformadora y que la educación adquirió otras
formas, utilizó otros medios y la pedagogía se vio impelida a pensar más allá
de la escuela, encontrándose en esa excursión de nuevo con el discurso del
cambio como un imperativo inevitable. En conclusión la modernidad ha utilizado
la pedagogía, desde la escuela y más allá de ella, para conseguir sus
propósitos transformadores. La formación de un sujeto funcional y adaptado a
las necesidades de los postulados modernos, había sido hasta hace poco la tarea
de la pedagogía. Hasta hace pocas décadas,
esta tarea la había asumido el Estado. La educación de la ciudadanía era
una de sus más sagradas funciones, desde o más allá de la escuela.
En la
transición posmoderna, el discurso del cambio que acompañaba la necesidad de
transformar las subjetividades llamadas tradicionales, se ha intensificado y ha
adquirido nuevos matices. Para pensar la pedagogía en este contexto vale la
pena detenernos un momento a explorar que tan sustantivas son dichas
intensificaciones.
Lo que hoy
está sucediendo parece que está mutando sustantivamente esa idea de pedagogía
que teníamos. La formación de sujetos se ha liberado del control Estatal. La
disputa por lo que conviene o no hacer en relación con los procesos de
subjetivación ya no dependen de agencias centralizadas o de instituciones
burocráticas con dispositivos formativos intencionalmente dirigidos y
administrados en función de intereses ideológicos. El problema político de la
educación ya no parece ser ideológico, porque no hay un aparato institucional
que controle de manera hegemónica las directrices que orientan pedagógicamente
los procesos formativos.
La
formación de sujetos parece ser que ya no acontece en el espacio de la escuela
solamente. Entonces: ¿dónde nos constituimos en sujetos hoy?, ¿a través de qué
mecanismos?, ¿qué subjetividades se configuran en la sociedad de hoy?, ¿quién o
quienes luchan por controlar esos procesos? ,¿cómo y dónde se disputa hoy por
el control de nuestras subjetividades?
Hay una
tesis en construcción y en discusión que dice que el modo de producción
capitalista ha cambiado su naturaleza, hasta el punto que ya no produce
fundamentalmente bienes materiales, sino subjetividades para ser intercambiadas
en el mercado. Tal tesis no está anunciando el triunfo definitivo del capital
sobre el trabajo. Sus autores plantean que allí el capital se está exponiendo
por primera vez al juego de la indeterminación, del azar y de la incertidumbre,
con lo cual el juego de posibilidades para escapar de la fetichización, la
enajenación, la marginalidad y la discriminación se abre infinitamente. Queda
por discutirse si esto es suficiente para escapar también de la pobreza.
Dichas
tesis hablan del Postfordismo, del capitalismo cognitivo, de capitalismo
cultural, o de Multitud, según el autor. Pero todos coinciden en que cambió la
forma de acumulación del capital y por lo tanto la manera de producir
plusvalía. La fórmula Marxista del Valor ya no funcionaría.
Las
consecuencias de estas tesis están por analizarse en los diferentes ámbitos de
la vida social. Una de ellas es la relacionada con los actores que intervienen
en la producción del valor que hace que las mercancías sean competitivas en el
mercado. Hablan entonces del concepto de GENERAL
INTELECT, que Marx introdujo en los Groundisse. Lo que para Marx era el
Intelecto General, esto es, el conocimiento social incorporado en las máquinas
(capital fijo), como resultado del proceso social de producción, en el
Postfordismo habría cambiado. Se habría liberado de las máquinas y se habría
convertido él mismo en el Medio de Producción. De manera que lo que
caracterizaría el capitalismo contemporáneo sería que los medios de producción
serían INMATERIALES, y serían un bien social, un bien público (la inteligencia
general) del cual harían uso los capitalistas para generar el plusvalor del
cual se lucran y del cual dependerían hoy las tasas de ganancia más altas y que
atraen a los principales inversionistas del mundo. A eso es lo que hacen
referencia los asesores de gestión o Management del empresariado posmoderno
cuando señalan cosas como estas:
1. “Hoy,
la táctica más auténtica es hacer algo con la retroalimentación del cliente y
escuchar sus sugerencias... No tenemos clientes tenemos creyentes....
Necesitamos un equipo que tenga el mismo ADN de nuestros clientes... Hoy, la
táctica más auténtica es hacer algo con el Feedback del cliente ...”
2. “Detrás
del diseño de un logotipo, un eslogan y las demás piezas comunicativas, se
halla todo un proceso de estudio de mercado, de la compañía, de cada producto y
de los valores que se buscan transmitir, que a veces son más importantes que el
producto mismo. Moliné (experto en publicidad), cita el caso de DOVE, que si
bien eventualmente promociona una crema o un champú, lo que refuerza todo el
tiempo con su publicidad es el concepto de cercanía e identificación con la
mujer, y de comprensión de su naturaleza” (El Espectador, octubre 6 de 2008)
3. “Una
organización de aprendizaje: Las organizaciones necesitan aprender a medida que
enfrentan diferentes procesos de crecimiento para adaptarlo a su
funcionamiento...”
4. “En
América Latina la educación va en la vía equivocada... sobran abogados y faltan
ingenieros. Porque la creación de riqueza en este siglo se hará por medio de la
propiedad intelectual, a diferencia del siglo pasado en el que la manufactura
mandaba la parada. ... lo más importante en este siglo es aprender a aprender,
porque ahora, debido a la cantidad de cambios, hay que aprender a desaprender
constantemente. ... Hacen falta más innovadores y menos administradores del status quo.”
5. “Las
organizaciones que aprenden prosperaron en los 90 con Peter Senge, cuyo
resultado fue una visión de organización de empleados con capacidad de crear y
transferir conocimiento. ... Los procesos de aprendizaje incluyen la
generación, recopilación, interpretación y diseminación de la información. Para
que tenga máximo impacto, el conocimiento debe compartirse de forma sistemática
y definida. El conocimiento se puede mover lateral o verticalmente. El ejemplo
más conocido de este enfoque es el proceso de evaluación después de la acción
(AAR, After Action Review) del Ejército de Estados Unidos, que hoy se usa en
muchas empresas, y que es una entrega de información sistemática después de
cada misión.” (El Espectador, septiembre 22 de 2008)
6. “En un
entorno globalizado, lo importante es desarrollar la habilidad para emprender
negocios. La educación requiere un replanteamiento estratégico, que lleve a
decisiones concretas. ... El mundo de los negocios no puede ignorar que una
persona con inclinaciones culturales o facilidad para los idiomas también es un
empresario en potencia. (El Espectado, septiembre 21 de 2008)
7.
“Siempre que sea posible los gerentes deben organizar a los empleados en
equipos autogerenciados, en los cuales tienen la autoridad sobre temas como
control de calidad, programación y métodos de trabajo. Los empleados son una
rica uente de información sobre cómo hacer un trabajo y cómo hacerlo mejor....
Los gerentes que operan con un estilo participativo cosechan enormes
recompensas en eficiencia y calidad de trabajo. Los gerentes participativos dan
a sus empleados libertad para operar y hacer cambios por su cuenta, basados en
su conocimiento y experiencia.” (Harvard Business School Publishing, 2008)
8. “...
usar las tecnologías de punta para canalizar la inteligencia de las masas, para
generar nuevas ideas, modelos de negocios, canales, etc. Ya se ha demostrado
que si se unen las inteligencias de los empleados de una empresa, seguramente
van a salir a la luz novedosas iniciativas.
... CISCO lanzó un software de
colaboración que permite a los emprendedores e innovadores de todo el mundo el
desarrollo de nuevas ideas para que CISCO decida si las adopta y premie a sus
proponentes. ... Empoderar a las masas requiere un cambio de mentalidad en los
niveles ejecutivos. ... Pues llegó el momento de aceptar y acoger la
inteligencia colectiva” (Guillermo Santos, El Tiempo, abril 21 de 2008)
9. “Los
educadores deben hacerle caso al consejo que los líderes les dan para
robustecer la formación de los futuros empresarios del país: hay que mejorar la
cultura general de los jóvenes. Es indispensable comprender que la cultura no
es un adorno ni una “costura”; es el medio ideal para enriquecer la
creatividad, que es la más poderosa herramienta con la que se construye la
competitividad de una nación.” (El Espectador, julio 28 de 2008)
Todos
estos planteamientos traen consecuencias para el discurso pedagógico
contemporáneo por varias razones.
Primero,
porque lo que importaría ahora sería formar en un conjunto de COMPETENCIAS
básicas que le permita a la población mejorar las condiciones en las que se
produce el conocimiento que se necesita para incorporarle valor a las
mercancías y así lograr una economía competitiva en el mercado internacional.
Segundo,
la producción de bienes materiales ya no le interesa prioritariamente al
capitalismo. Puede dejarle esa tarea a la iniciativa individual, local,
asociativa, comunitaria, a la pequeña y mediana empresa. Esa pequeña empresa
estaría manejada por emprendedores competitivos que tendrían que disputarse en
el mercado los nichos locales de consumo. Las grandes empresas (las
corporaciones de hoy en día, que no tienen un dueño fijo, sino accionistas
volátiles) ensamblan esos bienes materiales y les incorporan el valor agregado
que proviene del INTELECTO GENERAL y que es la marca, el sello, el logo. Dicho
logo o mejor, LA MARCA es un mensaje que educa. Con ella venden un modo de
vida, un modo de ser, producen una nueva subjetividad. Por eso los medios de
comunicación en todas sus variantes telemáticas, reguladas por la imagen y la música,
resultan estratégicos; por eso tales corporaciones las controlan.
Para eso
basta ver unos pocos ejemplos:
GEF (ropa
interior): Se vale todo lo que eres
DIESEL
(ropa informal): Vive rápido
MAZDA
(automóviles): El fin de lo convencional
ARTURO
CALLE (Ropa para hombres): Cambia con el
mundo
ADIDAS: Nada es imposible, no existen límites, solo
nuevos caminos
Podríamos
decir que allí la pedagogía vuelve a estar en el centro de los proyectos
societales, pues es el discurso que da cuenta de la manera como se producen los
sujetos, los modos de subjetivación propios de una sociedad. En los
dispositivos telemáticos contemporáneos estarían las claves para entender cómo
se producen hoy los sujetos, qué tipos de sujetos, a través de qué mecanismos
se producen. Allí se construye el discurso pedagógico contemporáneo.
Esos
sujetos que produce el modo de ser del capitalismo actual son volátiles,
múltiples, cambiantes, flexibles, creativos, transformadores de su realidad y
la de su entorno, porque ese es el consumidor ideal y porque ese es el que
mejor puede aportar al conocimiento que hoy necesita el capital para aumentar
sus tasas de ganancia. A su vez ese es el individuo que está en mejor
disposición de consumir los bienes inmateriales que se producen a través de los
medios de producción contemporáneos, esto es: La Industria Cultural (música,
video juegos, moda, cocina, turismo, estética corporal, deportes, espectáculos,
software, etc.)
El
capitalismo de hoy produce fundamentalmente sujetos, subjetividades,
sensibilidades, ideas, modos de ser, modos de pensar. ¿Podría decirse entonces
que el capitalismo es hoy un Proyecto Pedagógico?
Si esto es
así, la relación clásica entre pedagogía y política, se ha transformado. Esto, porque el modo de producción depende
hoy de las cualidades que le eran propias a la política (Virno 2003), esto es,
el virtuosismo, la improvisación, la capacidad de crear. Entonces el trabajo de
hoy es político. Según Virno, habría por eso una saturación de la política. Lo
público, el escenario de la política antes, es hoy el mundo del trabajo. El
trabajo se realiza en el escenario de lo público que antes ocupaba la política.
El trabajo ocupó la esfera pública y la política se volvió negocio, en tanto
que la esfera pública donde actúa fue cooptada por el nuevo modo de producción
postfordista. Hacer política hoy en día es parte del show mediático que produce
también un plusvalor.
Antes el
mundo del lenguaje, de la comunicación y de la cultura eran esferas
independientes de la economía. El Marxismo había denunciado que la lógica
performativa del capital estaba regulando el mundo de la cultura, y en ese
sentido deshumanizaba la sociedad; pero según Virno, lo que hoy sucede es que
la lógica de la comunicación, del lenguaje y de la cultura regula la producción
económica y de ella depende el capital.
Las
grandes Corporaciones son hoy en día escenarios pedagógicos en tanto que se
ocupan de la producción de subjetividades. Los nuevos pedagogos son los
creativos, los diseñadores, los publicistas de esas corporaciones. Su arte
está, no solo en tener las competencias suficientes para innovar todo el tiempo
y vender la novedad que requiere el mercado, esto es, los nuevos modos de ser
de los sujetos ciudadanos contemporáneos, sino la capacidad para leer del
Intelecto General aquello que es más innovador, para capturarlo y mejorar los
procesos de producción, al tiempo que se responde a las expectativas de las
masas, ofreciéndoles los productos empaquetados en formatos de ideas que
quieren consumir el público ávido de emociones fuertes y siempre distintas,
exclusivas, diferentes.
El
problema ya no es entonces la tecnificación de los procesos que regulan la vida
social, la absorción del mundo de la vida por parte de la lógica económica
(crítica de los fenomenólogos) o la
deshumanización de la cultura (crítica de la Escuela de Francfort), o seguir
creyendo que la explotación hoy se da en el trabajo asalariado (en la
producción industrial de bienes materiales). El problema es entender cómo la
lógica de la cultura regula la producción económica.
Según
estas lógicas la pedagogía ya no realiza su compromiso político incluyendo a
las masas trabajadoras en la escuela para formar un sujeto emancipado (como se
lo propuso la modernidad a los proyectos liberales y marxistas).
Primero,
porque la población ya no es analfabeta en su gran mayoría (problema que sí
había ocupado a Gramsci y a Freire). Segundo porque la alfabetización de hoy
exige manejar otros códigos que no se limitan a la lectoescritura.
Las masas
trabajadoras tampoco son asalariadas. Son las clases bajas y medias ya
escolarizadas, desempleadas, subempleadas, o emprendedores con su microempresa,
con las competencias básicas incorporadas: ciudadanas (participativos y
disciplinados), laborales (capaces de producir por sus propios medios sus
ingresos), lingüísticas (capaces de decodificar los lenguajes mediáticos),
científicas (observadores y analíticos).
Si hoy hay
masas analfabetas, tampoco son asalariadas; pero habría que saber que la
educación de esas masas le interesa muchísimo al gran capital, para formar las
competencias básicas que necesita el mercado. Por eso al gran capital le
interesa sobre manera la escuela básica, para formar en la nueva ciudadanía
capaz de consumir las subjetividades que venden y de producir las ideas que
necesita para innovar y garantizar su competitividad. Pero no la escuela que
disciplina, sino la que forma en competencias básicas.
Si es
cierto que el capitalismo contemporáneo es un gran escenario pedagógico,
entonces habría que replantear la relación entre pedagogía y política, porque
estaríamos diciendo que ya no hacemos pedagogía para crear conciencia política,
sino que la pedagogía, esto es, la producción de sujetos, es el modo como el
capitalismo produce hoy sus ganancias. Estamos, como ya dijimos, de nuevo en el centro del problema. Las masas
trabajadoras que producen hoy el valor agregado del que vive el capital, son
los nuevos pedagogos, y la política es parte del performance del mercado
contemporáneo.
Entonces
volvamos a nuestra pregunta central:
¿Qué
significa hacer pedagogía hoy?
¿Qué
significa formar conciencia crítica, esto es, para el cambio, para la
transformación?, cuando las competencias que necesita el capital, ser innovador
y creativo, son tan parecidas?
¿Qué papel
puede jugar el maestro crítico y la escuela alternativa en este nuevo modo de
ser de la sociedad capitalista?
¿Si ya no
hay una clase trabajadora asalariada, cuál sería hoy el sujeto del cambio?
¿Qué
posibilidades tiene la pedagogía hoy de disputarle al mercado ese proyecto de
formación de sujetos que le es tan vital? Esto es, ¿podemos existir al margen
del mercado?
Si algo
debe re-evaluarse hoy, no es tanto la pedagogía, la escuela o los aprendizajes
o los maestros, porque todo eso ya está re-evaluado por la posmodernidad
posfordista, sino el sentido ético y político de lo que hacemos.
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otro modo. Grupo Historia de la Práctica Pedagógica. Editorial Magisterio.
Universidad Pedgógica. IDEP. Bogotá.
[1] Estas
reflexiones se enmarcan el la discusión que el Grupo de Historia de la Práctica
Pedagógica adelanta a propósito del Campo Conceptual de la Pedagogía, en el
marco del Proyecto de Investigación “Paradigmas de la Pedagogía en Colombia:
1970-2000”, financiado por Colciencias y cofinanciado por las universidades del
Grupo.
[2] Algunos autores como Paolo Virno
(2003), por ejemplo, han mostrado cómo el miedo se ha constituido en una
condición que identifica el modo de ser de la cultura contemporánea (Ver
Bibliografía). Para otros es un dispositivo de control muy eficaz,
intencionalmente promovido, como lo dejó ver Michel Moore en su famoso
documental Bowling for Columbine (2002).
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