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sábado, 8 de marzo de 2014

APORTES PARA PENSAR EL MOVIMIENTO PEDAGÓGICO HOY

APORTES PARA PENSAR EL MOVIMIENTO PEDAGÓGICO HOY

Alejandro Alvarez Gallego
Profesor Universidad Pedagógica Nacional
Grupo de Historia de la Práctica Pedagógica

Medellín, octubre 11 de 2013


Sería importante revitalizar la discusión que recientemente era tan fecunda acerca de lo que podía o no significar la pedagogía como saber fundante de la profesión del maestro. La debilidad actual de estas reflexiones nos han dejado en manos de los tecnócratas que imponen sus verdades con base en criterios eficientistas y efectivistas, buscando resultados que no admiten discusión, según ellos. Es lo que ha pasado con quienes redujeron el debate pedagógico a un asunto de estándares y competencias evaluados en pruebas censales.

Revitalizar la discusión significa tomarse en serio la pregunta por lo que hay que saber hoy, cómo puede accederse a ello y sobre todo cómo incidir en los procesos de legitimación y deslegitimación de lo que se considera verdad o no. Dado que este proceso de legitimación y deslegitimación de las verdades ya no pasa fundamentalmente por lo que se considera científico o no, entonces la pedagogía tiene que ocuparse de asuntos que definitivamente desbordan el problema de los métodos de enseñanza; ese era el lugar que le habían asignado cuando los cientificistas le pedían a los maestros buenos métodos para enseñar lo que ellos producían. Ahora el debate es a otro precio.

Desde dónde hablamos:

.- La tradición del Grupo de Historia de la Práctica Pedagógica plantea desde finales de los años 1970 que el maestro ha sido históricamente despojado del saber pedagógico, como soporte de su oficio, lo cual ha vulnerado su autonomía en tanto trabajador de la cultura, un sujeto capaz de proponer e incidir en la configuración del tejido social. Al mismo tiempo otros intelectuales y grupos universitarios estaban por primera vez pronunciándose en contra de una reforma curricular que sucedería a finales de los 70 y comienzos de los 80.  

.- El Movimiento Pedagógico Colombiano  fue una movilización de los maestros que se ocuparon autónomamente de su formación en ejercicio y decidieron reflexionar sobre su quehacer en clave cultural (atravesado por tres ejes, el de la teoría – la política – y su práctica). Instalar la pregunta por el Estatuto Intelectual del maestro fue un acontecimiento reciente que data de hace apenas 40 años, cuando en los años 70 se dieron las condiciones para que el magisterio adquiriera su condición de actor social y político y desde allí emergiera su condición de trabajador de la cultura (el lugar desde donde habla) como un proyecto, y ganar la voluntad política del sus sindicatos, el reconocimiento del Estado y la sociedad.

Estos dos hechos estuvieron cruzados por la reforma educativa de los 80 que buscaba, en el marco de una reforma mundial de la educación, rectificar las tesis desarrollistas del Estado benefactor pues no había superado la pobreza y estaba generando un preocupante endeudamiento de los países latinoamericanos con la banca mundial que había invertido en infraestructura, revolución verde, industrialización, urbanización. Se comenzó a buscar racionalizar el gasto social del Estado y para ello se debía hacer más eficiente la labor de los maestros en las escuelas a través de una estrategia curricular, que al tiempo que mejorara los aprendizajes (se comenzó a poner el énfasis en la Calidad), racionalizaba sus tiempos y así hacía más eficiente la inversión (se dejó de hablar de gasto y se comenzó a hablar de inversión).

Todo esto puso en el centro del debate al maestro.

El magisterio adquirió un estatus profesional cuando accedió a la universidad para su profesionalización. Esto fue una reivindicación propia, pero también fue una estrategia desarrollista que buscaba ampliar la cobertura en educación secundaria y media técnica, para lo cual necesitaba especialistas en disciplinas que estaban en la universidad y no en las antiguas escuelas normales o institutos de formación pedagógica par los maestros de primaria.

Desde entonces el magisterio ganó mayor protagonismo por el peso de su responsabilidad en la estrategia del desarrollo (se debían formar cuadros técnicos y una nueva ciudadanía en una sociedad industrializada y urbanizada), por su capacidad de interactuar intelectualmente con otros actores sociales dada su formación profesional, por su politización (en pleno crecimiento de los movimientos de izquierda), y por su poder sindical, desde donde consiguieron importantes mejoras salariales, bienestar y estabilidad laboral.

Ahora, entrado el siglo XXI, las condiciones han cambiado.

.- El capitalismo desreguló la producción material y con ello el trabajo asalariado, encontrando en la industria cultural los niveles de rentabilidad que necesitaban después de la crisis energética y el jaque en el que habían quedado con los países árabes. Esto significó un giro en los intereses de formación para el trabajo, se requiere ahora una nueva subjetividad que pasa por la capacidad creativa, por la capacidad de movilidad, por la flexibilidad y la versatilidad (competencias para un trabajador polivalente)

.- Las nuevas tecnologías y las formas de vida urbanas (que codificaba simbólicamente los mensajes) estallaron las formas canónicas de producir y circular el conocimiento, con lo cual cambiaron las formas de aprender. Se debilitaron los medios convencionales con los que la escuela enseñaba: el texto y la palabra y se intensificaron las formas visuales y la comunicación instantánea, sin la mediación racional-comprensiva que suponía un ejercicio didáctico de transposición de unos códigos a otros. Con esto se debilitó la autoridad del maestro en tanto representante de un conocimiento que lo necesitaba como decodificador, o como su transformador didáctico, mediador entre las generaciones adultas y las nuevas.

.- La relación del Estado con la economía y con la sociedad se replanteó, retirándose de muchos escenarios en donde intervenía para dirigir o para administrar directamente los servicios que requería el mercado o la sociedad. Disminuir el gasto racionalizar y hacer eficiente la inversión, fueron las nuevas condiciones para ganar la competitividad en el nuevo escenario económico mundial 

Entonces, ¿qué es lo que importa ahora?

Urge pensar cuál es el presente político en el que nos movemos

1.- La profesión de maestro está en juego, ya no es sólo su instrumentalización, como en los 70, sino su debilitamiento y posible desaparición.

La escuela está desbordada por otras agencias educativas.

Los jóvenes están viviendo un presente complejo que los ubica en un lugar más allá de su condición de estudiantes

El conocimiento, el saber ha cambiado su naturaleza

Lo anterior nos exige pensar ,en todo caso, un nuevo modo de ser maestros hoy

Pero el estado Colombiano ha escogido un extraño camino, único en el mundo, que es el de asignarle su tarea histórica a cualquier profesional que porte una experticia cognitiva disciplinar. Esto es inadmisible; allí hay un asunto político (el maestro es un sujeto movilizador de sociedad), un asunto sindical (hay condiciones laborales vulneradas), un asunto pedagógico (se debilita el saber pedagógico como saber profesional).

Esto nos exige pensar seriamente el quehacer laboral, y presionar un Estatuto Único Docente que dignifique la profesión.

2.- La formación de maestros no tiene un horizonte teórico claro.

Las Normales no acaban de definir su lugar como instituciones, en el proceso de desprofesionalización se han debilitado y se siguen extinguiendo lentamente. Hay que retomar, hasta dónde se pueda, el acompañamiento a sus procesos de fortalecimiento

Las Facultades de Educación nunca acabaron de ubicarse con claridad desde el lugar del saber pedagógico, pero tampoco supieron dialogar con las Ciencias de la Educación, debilitando el campo intelectual de la educación y el campo conceptual de la pedagogía. La formación de licenciados es mediocre. Hay un llamado de atención del Estado y la sociedad frente a este hecho incontrovertible. Hay que pensar el problema en su conjunto: la responsabilidad del Estado, de las Universidades, de la Investigación; el problema de quienes acceden a ella, sus mallas curriculares, el núcleo pedagógico.

La formación de maestros en ejercicio está a la deriva, los Comités regionales de capacitación no funcionan con sistematicidad y no hay políticas claras al respecto. Hay que plantear la necesidad de que estos procesos no se sigan instrumentalizando y que ganen en sistematicidad.


3.- La crisis de la Educación Pública trasciende el problema del presupuesto y de su privatización.

Lo que está en juego es la posibilidad de que la Escuela se pueda constituir en un escenario para el pensamiento. Si esto no es así, el maestro intelectual, entendido como un sujeto capaz de deslocalizar lo instituido, perderá uno de los escenarios privilegiados para su producción y reproducción.

La sociedad civil ha mostrado una renovada capacidad de movilización y de proposición. La sociedad apareció con oídos abiertos para plantearse el tema del Derecho a la educación y la gratuidad. Es un reto enriquecer esta discusión, ayudando a pensar qué significaría ir más allá del Derecho para hablar de Bien Común. El lugar de lo común y una nueva manera de ver lo público, más allá de la relación bipolar entre sociedad civil y Estado. Allí habría que mirar qué tan cierto es que la sociedad ya no es solamente capitalista y que tal vez Otro mundo YA es posible y está emergiendo, no en una dirección, sino en muchas, no en pos de un proyecto que se pueda pre-concebir, sino en un devenir múltiples, plural, pero en todo caso inédito. Debemos estar atentos en nuestras reflexiones y en nuestro quehacer cotidiano a aquello que estaría emergiendo como tercer excluido, como subjetivaciones nómadas, como otras formas de gobierno de nosotros mismos (diferentes a las autoayudas o las propuestas de autogestión que no trascienden el fisicoculturismo y el Yoga de Carulla y El Éxito).  ¿Qué significa una práctica sobre nosotros mismos de otro modo? Eso pasa por redefinir el papel del intelectual científico, del intelectual religioso y del intelectual profeta.

La relación de los maestros consigo mismos debe renovarse, debe intensificarse, debe potenciarse, porque en el mundo de la escuela están pasando cosas importantes. Para ello necesitamos una Plataforma que pueda prestarnos el abrigo para pensar de otro modo y generar alternativas pedagógicas, pero en condiciones económicas que permitan financiar proyectos que vayan más allá de la productividad y la innovación que exige productos competitivos para los TLC.

Dicha Plataforma pensada como Movimiento Pedagógico, sería la confluencia del sindicato, la academia y las organizaciones sociales, donde se diluya el maestro aislado y se configure un sujeto colectivo… donde la investigación no sea el producto específico de un proyecto individual o en grupo, sino donde se movilice un saber que circule socialmente más allá de la escuela, para hacer política (más que incidir en política)… una Plataforma donde no se procura “innovar” a la manera de las experiencias significativas, sino donde se genera la novedad: pues el acontecimiento pedagógico es en cada circunstancia, en cada contexto, en cada momento, distinto. Eso lo muestra muy bien los mapas y el Atlas de la Expedición Pedagógica Nacional…. Una Plataforma donde se agencien modos de producir conocimiento y de investigar que diluyan el viejo y terco paradigma de la relación sujeto-objeto, donde la producción de saber pase por renovar lo que pensamos acerca de nosotros mismos, pase por mover el piso que nos vuelve reactivos y nos movilice la capacidad de ser activos. Esto significa potenciar los espacios sociales nuevos, las fisuras, los caminos para ser de otra manera, que ya existen, para abrir el mundo a lo posible, para ser de otro modo, donde podamos valorar (dar VALOR) el bien común.

Todo esto supone destruir, combatir, y desalojar las prácticas que nos individualizan, que nos aíslan, que nos fracturan e incluso que nos identifican. Por eso una Plataforma para diluirnos en un modo de saber-nos que agencie el interés colectivo.

En síntesis, pensar-nos para producir un saber que se haga política, una Plataforma que porte una política del conocimiento en educación y pedagogía colectiva, hecha sociedad,, comunidad, y vida. Una Plataforma de pares, sin fronteras jerárquicas (verticales) ni institucionales (horizontales). Una Plataforma como un bien colectivo, sin patentes, sin propiedad intelectual.

Esto sería un sindicato, una academia y unas organizaciones sociales pensadas como Movimiento Pedagógico, como un lugar de producción de esa nueva subjetividad Maestro: colectivo de saber.




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