APORTES PARA PENSAR EL MOVIMIENTO
PEDAGÓGICO HOY
Alejandro Alvarez Gallego
Profesor Universidad Pedagógica Nacional
Grupo de Historia de la Práctica Pedagógica
Medellín, octubre 11 de 2013
Sería
importante revitalizar la discusión que recientemente era tan fecunda acerca de
lo que podía o no significar la pedagogía como saber fundante de la profesión
del maestro. La debilidad actual de estas reflexiones nos han dejado en manos
de los tecnócratas que imponen sus verdades con base en criterios eficientistas
y efectivistas, buscando resultados que no admiten discusión, según ellos. Es
lo que ha pasado con quienes redujeron el debate pedagógico a un asunto de
estándares y competencias evaluados en pruebas censales.
Revitalizar
la discusión significa tomarse en serio la pregunta por lo que hay que saber
hoy, cómo puede accederse a ello y sobre todo cómo incidir en los procesos de
legitimación y deslegitimación de lo que se considera verdad o no. Dado que
este proceso de legitimación y deslegitimación de las verdades ya no pasa
fundamentalmente por lo que se considera científico o no, entonces la pedagogía
tiene que ocuparse de asuntos que definitivamente desbordan el problema de los
métodos de enseñanza; ese era el lugar que le habían asignado cuando los cientificistas
le pedían a los maestros buenos métodos para enseñar lo que ellos producían.
Ahora el debate es a otro precio.
Desde
dónde hablamos:
.- La
tradición del Grupo de Historia de la Práctica Pedagógica plantea desde finales
de los años 1970 que el maestro ha sido históricamente despojado del saber
pedagógico, como soporte de su oficio, lo cual ha vulnerado su autonomía en
tanto trabajador de la cultura, un sujeto capaz de proponer e incidir en la
configuración del tejido social. Al mismo tiempo otros intelectuales y grupos
universitarios estaban por primera vez pronunciándose en contra de una reforma
curricular que sucedería a finales de los 70 y comienzos de los 80.
.- El
Movimiento Pedagógico Colombiano fue una
movilización de los maestros que se ocuparon autónomamente de su formación en
ejercicio y decidieron reflexionar sobre su quehacer en clave cultural (atravesado
por tres ejes, el de la teoría – la política – y su práctica). Instalar la
pregunta por el Estatuto Intelectual del maestro fue un acontecimiento reciente
que data de hace apenas 40 años, cuando en los años 70 se dieron las
condiciones para que el magisterio adquiriera su condición de actor social y
político y desde allí emergiera su condición de trabajador de la cultura (el
lugar desde donde habla) como un proyecto, y ganar la voluntad política del sus
sindicatos, el reconocimiento del Estado y la sociedad.
Estos
dos hechos estuvieron cruzados por la reforma educativa de los 80 que buscaba,
en el marco de una reforma mundial de la educación, rectificar las tesis
desarrollistas del Estado benefactor pues no había superado la pobreza y estaba
generando un preocupante endeudamiento de los países latinoamericanos con la
banca mundial que había invertido en infraestructura, revolución verde, industrialización,
urbanización. Se comenzó a buscar racionalizar el gasto social del Estado y
para ello se debía hacer más eficiente la labor de los maestros en las escuelas
a través de una estrategia curricular, que al tiempo que mejorara los aprendizajes
(se comenzó a poner el énfasis en la Calidad), racionalizaba sus tiempos y así
hacía más eficiente la inversión (se dejó de hablar de gasto y se comenzó a
hablar de inversión).
Todo
esto puso en el centro del debate al maestro.
El
magisterio adquirió un estatus profesional cuando accedió a la universidad para
su profesionalización. Esto fue una reivindicación propia, pero también fue una
estrategia desarrollista que buscaba ampliar la cobertura en educación
secundaria y media técnica, para lo cual necesitaba especialistas en
disciplinas que estaban en la universidad y no en las antiguas escuelas
normales o institutos de formación pedagógica par los maestros de primaria.
Desde
entonces el magisterio ganó mayor protagonismo por el peso de su responsabilidad
en la estrategia del desarrollo (se debían formar cuadros técnicos y una nueva
ciudadanía en una sociedad industrializada y urbanizada), por su capacidad de
interactuar intelectualmente con otros actores sociales dada su formación
profesional, por su politización (en pleno crecimiento de los movimientos de
izquierda), y por su poder sindical, desde donde consiguieron importantes
mejoras salariales, bienestar y estabilidad laboral.
Ahora,
entrado el siglo XXI, las condiciones han cambiado.
.-
El capitalismo desreguló la producción material y con ello el trabajo
asalariado, encontrando en la industria cultural los niveles de rentabilidad
que necesitaban después de la crisis energética y el jaque en el que habían
quedado con los países árabes. Esto significó un giro en los intereses de
formación para el trabajo, se requiere ahora una nueva subjetividad que pasa
por la capacidad creativa, por la capacidad de movilidad, por la flexibilidad y
la versatilidad (competencias para un trabajador polivalente)
.-
Las nuevas tecnologías y las formas de vida urbanas (que codificaba
simbólicamente los mensajes) estallaron las formas canónicas de producir y
circular el conocimiento, con lo cual cambiaron las formas de aprender. Se
debilitaron los medios convencionales con los que la escuela enseñaba: el texto
y la palabra y se intensificaron las formas visuales y la comunicación
instantánea, sin la mediación racional-comprensiva que suponía un ejercicio
didáctico de transposición de unos códigos a otros. Con esto se debilitó la
autoridad del maestro en tanto representante de un conocimiento que lo
necesitaba como decodificador, o como su transformador didáctico, mediador
entre las generaciones adultas y las nuevas.
.- La
relación del Estado con la economía y con la sociedad se replanteó, retirándose
de muchos escenarios en donde intervenía para dirigir o para administrar
directamente los servicios que requería el mercado o la sociedad. Disminuir el
gasto racionalizar y hacer eficiente la inversión, fueron las nuevas
condiciones para ganar la competitividad en el nuevo escenario económico
mundial
Entonces,
¿qué es lo que importa ahora?
Urge
pensar cuál es el presente político en el que nos movemos
1.-
La profesión de maestro está en juego, ya no es sólo su instrumentalización,
como en los 70, sino su debilitamiento y posible desaparición.
La
escuela está desbordada por otras agencias educativas.
Los
jóvenes están viviendo un presente complejo que los ubica en un lugar más allá
de su condición de estudiantes
El
conocimiento, el saber ha cambiado su naturaleza
Lo
anterior nos exige pensar ,en todo caso, un nuevo modo de ser maestros hoy
Pero
el estado Colombiano ha escogido un extraño camino, único en el mundo, que es
el de asignarle su tarea histórica a cualquier profesional que porte una experticia
cognitiva disciplinar. Esto es inadmisible; allí hay un asunto político (el
maestro es un sujeto movilizador de sociedad), un asunto sindical (hay
condiciones laborales vulneradas), un asunto pedagógico (se debilita el saber
pedagógico como saber profesional).
Esto
nos exige pensar seriamente el quehacer laboral, y presionar un Estatuto Único
Docente que dignifique la profesión.
2.-
La formación de maestros no tiene un horizonte teórico claro.
Las
Normales no acaban de definir su lugar como instituciones, en el proceso de
desprofesionalización se han debilitado y se siguen extinguiendo lentamente.
Hay que retomar, hasta dónde se pueda, el acompañamiento a sus procesos de
fortalecimiento
Las
Facultades de Educación nunca acabaron de ubicarse con claridad desde el lugar
del saber pedagógico, pero tampoco supieron dialogar con las Ciencias de la
Educación, debilitando el campo intelectual de la educación y el campo
conceptual de la pedagogía. La formación de licenciados es mediocre. Hay un
llamado de atención del Estado y la sociedad frente a este hecho
incontrovertible. Hay que pensar el problema en su conjunto: la responsabilidad
del Estado, de las Universidades, de la Investigación; el problema de quienes acceden
a ella, sus mallas curriculares, el núcleo pedagógico.
La
formación de maestros en ejercicio está a la deriva, los Comités regionales de
capacitación no funcionan con sistematicidad y no hay políticas claras al
respecto. Hay que plantear la necesidad de que estos procesos no se sigan
instrumentalizando y que ganen en sistematicidad.
3.-
La crisis de la Educación Pública trasciende el problema del presupuesto y de
su privatización.
Lo
que está en juego es la posibilidad de que la Escuela se pueda constituir en un
escenario para el pensamiento. Si esto no es así, el maestro intelectual,
entendido como un sujeto capaz de deslocalizar lo instituido, perderá uno de
los escenarios privilegiados para su producción y reproducción.
La
sociedad civil ha mostrado una renovada capacidad de movilización y de
proposición. La sociedad apareció con oídos abiertos para plantearse el tema
del Derecho a la educación y la gratuidad. Es un reto enriquecer esta
discusión, ayudando a pensar qué significaría ir más allá del Derecho para
hablar de Bien Común. El lugar de lo común y una nueva manera de ver lo
público, más allá de la relación bipolar entre sociedad civil y Estado. Allí
habría que mirar qué tan cierto es que la sociedad ya no es solamente
capitalista y que tal vez Otro mundo YA es posible y está emergiendo, no en una
dirección, sino en muchas, no en pos de un proyecto que se pueda pre-concebir,
sino en un devenir múltiples, plural, pero en todo caso inédito. Debemos estar
atentos en nuestras reflexiones y en nuestro quehacer cotidiano a aquello que
estaría emergiendo como tercer excluido, como subjetivaciones nómadas, como
otras formas de gobierno de nosotros mismos (diferentes a las autoayudas o las
propuestas de autogestión que no trascienden el fisicoculturismo y el Yoga de
Carulla y El Éxito). ¿Qué significa una
práctica sobre nosotros mismos de otro modo? Eso pasa por redefinir el papel
del intelectual científico, del intelectual religioso y del intelectual
profeta.
La
relación de los maestros consigo mismos debe renovarse, debe intensificarse,
debe potenciarse, porque en el mundo de la escuela están pasando cosas
importantes. Para ello necesitamos una Plataforma
que pueda prestarnos el abrigo para pensar de otro modo y generar alternativas
pedagógicas, pero en condiciones económicas que permitan financiar proyectos
que vayan más allá de la productividad y la innovación que exige productos competitivos
para los TLC.
Dicha
Plataforma pensada como Movimiento
Pedagógico, sería la confluencia del sindicato, la academia y las
organizaciones sociales, donde se diluya el maestro aislado y se configure un
sujeto colectivo… donde la investigación no sea el producto específico de un
proyecto individual o en grupo, sino donde se movilice un saber que circule
socialmente más allá de la escuela, para hacer política (más que incidir en
política)… una Plataforma donde no se
procura “innovar” a la manera de las experiencias significativas, sino donde se
genera la novedad: pues el acontecimiento pedagógico es en cada circunstancia,
en cada contexto, en cada momento, distinto. Eso lo muestra muy bien los mapas
y el Atlas de la Expedición Pedagógica Nacional…. Una Plataforma donde se agencien modos de producir conocimiento y de
investigar que diluyan el viejo y terco paradigma de la relación sujeto-objeto,
donde la producción de saber pase por renovar lo que pensamos acerca de
nosotros mismos, pase por mover el piso que nos vuelve reactivos y nos movilice
la capacidad de ser activos. Esto significa potenciar los espacios sociales
nuevos, las fisuras, los caminos para ser de otra manera, que ya existen, para
abrir el mundo a lo posible, para ser de otro modo, donde podamos valorar (dar
VALOR) el bien común.
Todo
esto supone destruir, combatir, y desalojar las prácticas que nos
individualizan, que nos aíslan, que nos fracturan e incluso que nos
identifican. Por eso una Plataforma
para diluirnos en un modo de saber-nos que agencie el interés colectivo.
En
síntesis, pensar-nos para producir un saber que se haga política, una Plataforma que porte una política del
conocimiento en educación y pedagogía colectiva, hecha sociedad,, comunidad, y
vida. Una Plataforma de pares, sin
fronteras jerárquicas (verticales) ni institucionales (horizontales). Una Plataforma como un bien colectivo, sin
patentes, sin propiedad intelectual.
Esto
sería un sindicato, una academia y unas organizaciones sociales pensadas como
Movimiento Pedagógico, como un lugar de producción de esa nueva subjetividad
Maestro: colectivo de saber.
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