MODOS DE SER MAESTROS EN COLOMBIA
Alejandro
Álvarez Gallego
Profesor
Universidad Pedagógica Nacional
Grupo de
Historia de la Práctica Pedagógica
La cultura nos
ha hecho pensar que la historia es una sucesión encadenada de eventos que se
desenvuelven para dar lugar al presente.
Así, por
ejemplo, creemos que la historia de los maestros da cuenta de un largo trasegar
en el que se ha ido forjando un lugar digno para ellos en la sociedad. Creemos que
poco a poco han conseguido los reconocimientos que los gobiernos y la sociedad
les hacen, por sus justos méritos y por la necesidad que tiene la educación de
mejorar la calidad.
Si esto fuera
cierto, entonces los maestros del siglo XIX serían los precursores de los
contemporáneos, quienes se habrían sacrificado dando todo de sí, sin tener los
conocimientos profesionales que progresivamente la civilización les habría de
conceder: primero con las normales, luego con las facultades de la Educación y
hoy con una amplia oferta de posgrados. Lo mismo pasaría con sus salarios y con
sus condiciones laborales: salud, ascenso en la carrera docente por méritos,
estabilidad, etc., etc. Desde el siglo XIX hasta hoy sería el paso a paso de un
estado de carencias y precariedades suplidas en la medida en que se iban consiguiendo
los recursos.
Contrario a
esas creencias vamos a plantear acá que el oficio de maestro no ha existido
siempre, y lo que entendemos por maestro no ha sido siempre lo mismo. Es decir
que ser maestro no ha sido una constante en la historia. Ha habido diferentes
maneras de entenderlo; lo cual supone que no es lo mismo lo que pasaba en el
siglo XIX, lo que pasaba en los años treinta del siglo XX y lo que pasa en este
momento.
Este
planteamiento lo hacemos justo ahora que se ha abierto la posibilidad legal de
que un profesional cualquiera, con un curso de un año en pedagogía, pueda
ejercer la docencia en cualquier nivel de la educación básica y media.
Esto nos lleva
inmediatamente a preguntar: ¿esto ha sido así en otras épocas?
La respuesta
es no. Desde que apareció el maestro público de primeras letras a finales del
siglo XVIII, surgió la preocupación por formarlo pedagógicamente para que
pudiera hacer bien su oficio.
Esta
preocupación ha tenido diferentes connotaciones, según el momento histórico.
Podemos decir
que el oficio del maestro ha cambiado radicalmente con el tiempo, en relación
con sus fines políticos, con su importancia social, con el tipo de
conocimientos y de valores que enseña, pero siempre se ha requerido una
formación pedagógica especial. La discusión que se ha planteado,
independientemente de ese contexto es si el maestro se debe formar
específicamente para desempeñarse en ese oficio o si se necesita simplemente
una formación complementaria para que otro profesional lo ejerza.
Seguir esta
discusión en el tiempo debe ser útil para revisar las reformas que se promueven
hoy en día en relación con la profesión docente.
Primero
El maestro de
escuela no tuvo antecesores. Fue el resultado histórico de una necesidad. A
finales del siglo XVIII la Corona española quería que sus vasallos fueran
letrados como condición para aumentar la productividad de sus reinos. Para
ello, dispuso que se crearan escuelas públicas, un invento muy reciente que se
estaba promoviendo en el mundo europeo como resultado de la secularización y la
ilustración que vivían los Estados absolutos de la época. En ese momento se
plantearon:
“… que con dolor se experimenta que cualquier hombre que no tiene para
comer tome el arbitrio de abrir casa o en una tienda una escuela donde recoge
alumnos muchachos, a quienes por su sola autoridad, enseña lo poco que sabe, o
tal vez aparenta enseñarles para sacar alguna gratificación con qué
alimentarse, sin que proceda licencia, examen, ni noticia de sus superiores”. (Moreno
y Escandón. Santa Fe, 1774. Citado en Martínez et, al. Crónica del desarraigo.
Editorial Magisterio, Bogotá 1989)
El problema
desde el comienzo fu entonces el de la idoneidad que debía tener el maestro: la
licencia, el examen y la noticia de un superior, porque no cualquiera podía
ejercer el oficio.
Con la
independencia de la corona española y la instauración de la república, se
necesitaron maestros que cubrieran todos los rincones de la patria. Para ello
había que formarlos y se hicieron diferentes propuestas que se fueron
implementando a lo largo del siglo. La pregunta por la formación de los
maestros atravesó todo el siglo y la defensa de dicha formación se hacía en
estos términos:
“Pedagogos teóricos pretenden hoy hacer valer una antigua aseveración, a
saber: la de que cualquiera, sin instrucciones especiales, puede enseñar bien
lo que ha aprendido bien (…); opinan por lo tanto, porque se supriman las
escuelas normales de institutores, y que en lugar de perder el tiempo en
estudios teóricos y prácticos de Pedagogía, lo dediquen a ciencias profundas y
positivas” ( Curso superior de pedagogía. El Boyacense. Tunja,
agosto 23 de 1884, N° 33, pg. 131)
En ciencias
profundas y positivas se formaban otros profesionales, pero lo que se reclamaba
entonces era que no se pusiera en duda la necesidad de una formación específica
para los maestros.
Segundo
Desde
comienzos del siglo XX surgió la necesidad de educar a una nueva clase media
urbana que estaba creciendo en expansión debido a los cambios que producía el
proceso de industrialización, inimaginable en el siglo XIX. Para ello se creó
la secundaria, entendida como un nivel educativo que algunos ciudadanos debían
cursar para satisfacer ciertas necesidades de la entonces llamada modernidad.
En ese momento
volvió a aparecer la pregunta, a propósito de otra necesidad: ¿Los maestros de
secundaria deben formarse como tal? O deben ser expertos en un área del
conocimiento que tengan la vocación de enseñar.
La respuesta
fue de nuevo a favor de la formación específica de los docentes, con una
profesión propia:
“En Colombia no disponemos
aún, salvo casos de excepción, de un profesorado profesional para las
enseñanzas secundaria y universitaria. Nuestro catedráticos son, en general,
profesionales de cualquiera otra profesión menos de la enseñanza; la cátedra es
un incidente, casi sin importancia, en la labor diaria del médico, del
ingeniero o del abogado, que dedica casi la totalidad de su tiempo al
consultorio, a la oficina o al bufete y una insignificante porción de él a la
preparación de su labor clásica. No existe una carrera docente y este es un
grave mal que refluye directamente en perjuicio de la juventud. La labor
debería iniciarse, pues, por la preparación del profesorado, a lo menos para la
enseñanza secundaria. En este orden de necesidades, la Facultad de Ciencias de
la Educación ha iniciado una actividad que, en breve, empezará a dar sus
frutos. Persigue ella la formación del profesorado para las futuras Escuelas
Normales, dentro de un concepto sólidamente científico” (Bernal, Rafael (1934): “Las humanidades y el senado” Revista
Educación: Órgano de la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad
Nacional, Vol. 2, No. 16 (nov), Bogotá, Tip. Colón Casa Editorial, pg. 659.)
Tercero
Hasta el año
En 2002 la primaria se universalizó y los maestros de estos grados seguían
siguieron siendo normalistas. La secundaria se masificó y los maestros docentes
de ese nivel siguieron continuaban siendo licenciados.
Con el nuevo
Estatuto Docente (1278 de 202) se optó por otro camino: cualquier profesional
con unas competencias básicas establecidas por decreto puede ejercer la
docencia:
“Son profesionales de la educación las personas que
poseen título profesional de licenciado en educación expedido por una institución
de educación superior; los profesionales con título diferente, legalmente
habilitados para ejercer la profesión docente de acuerdo con lo dispuesto en
este Decreto; y los normalistas superiores.” (Decreto 1278 de
2020. Art. 3°)
Esto está
marcando un hito histórico y habrá que ponderar sus consecuencias. A la carrera
docente oficial están ingresando miles de profesionales que no han sido
formados para la docencia. ¿Qué impacto está teniendo esto en el aula, en la
institución educativa, en los niños y jóvenes?
CONCLUSIÓN
Los momentos
descritos dan cuenta de tres maneras diferentes de entender el oficio y la
profesión de maestro. Podrían ser más, Además de ser esta solo una
simplificación de un proceso complejo, que se debe advertir, no coincide con modelos
ideales, sino con formas mestizas de ser, con subjetividades múltiples que
interactúan con herencias del pasado, con invenciones del presente. Lo cierto
es que el ser maestro no es una condición estática, ni única, es móvil y
múltiple. No hay una identidad por
buscar en el pasado, ni por construir en el futuro: ser maestro ha sido algo
muy diverso y ha cambiado con el tiempo. Pero desde que el maestro apareció en
el escenario público ha habido una constante, y es la pregunta por su condición
intelectual, esto es, por su condición profesional.
Esa inquietud
resume la necesidad de formar sujetos idóneos, capaces de manejar no solo una
disciplina para ser enseñada, sino un complejo conjunto de saberes que le den
la capacidad de manejar múltiples relaciones: escuela y cultura local; –
escuela y cultura universal; – escuela y ciencias; - escuela e infancia; –
escuela y adolescencia; - escuela y violencia; - escuela y medios de comunicación; - escuela y
tecnologías; – escuela y ciudad, – en fin… En la medida en que se va haciendo
más compleja la educación es más necesario pensar en su profesionalización.
Sin embargo,
recientemente se ha establecido en el Estatuto Docente que cualquier
profesional puede ser maestro. Esto puede significar el volver a esta larga
discusión, de más de doscientos años, acerca de lo que debe saber un maestro.
De acuerdo con lo que se deduce de esta nueva disposición, básicamente lo que
debe saber un maestro es una disciplina y un método para enseñarla. Para
hacerlo no se necesita una carrera especial y por lo tanto tampoco una
institución especial. Surge entonces la pregunta acerca de ¿cuál será el futuro
de las escuelas normales y de las Facultades de Educación, las instituciones
encargadas de pensar sobre la pedagogía como disciplina fundante de la
profesión? (art. 2, Resolución 1036 de 2004), y ¿cuál será el destino que le
depara entonces a de la pedagogía?,. Es claro que sin un campo de saber no
habrá profesión, y sin un maestro profesional no habrá necesidad de desarrollar
más la pedagogía... ¿Será que competencias bastan?
Quisiera saber en que fecha fue escrito este documento
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