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sábado, 8 de marzo de 2014

MODOS DE SER MAESTROS EN COLOMBIA

MODOS DE SER MAESTROS EN COLOMBIA

Alejandro Álvarez Gallego
Profesor Universidad Pedagógica Nacional
Grupo de Historia de la Práctica Pedagógica


La cultura nos ha hecho pensar que la historia es una sucesión encadenada de eventos que se desenvuelven para dar lugar al presente.

Así, por ejemplo, creemos que la historia de los maestros da cuenta de un largo trasegar en el que se ha ido forjando un lugar digno para ellos en la sociedad. Creemos que poco a poco han conseguido los reconocimientos que los gobiernos y la sociedad les hacen, por sus justos méritos y por la necesidad que tiene la educación de mejorar la calidad. 

Si esto fuera cierto, entonces los maestros del siglo XIX serían los precursores de los contemporáneos, quienes se habrían sacrificado dando todo de sí, sin tener los conocimientos profesionales que progresivamente la civilización les habría de conceder: primero con las normales, luego con las facultades de la Educación y hoy con una amplia oferta de posgrados. Lo mismo pasaría con sus salarios y con sus condiciones laborales: salud, ascenso en la carrera docente por méritos, estabilidad, etc., etc. Desde el siglo XIX hasta hoy sería el paso a paso de un estado de carencias y precariedades suplidas en la medida en que se iban consiguiendo los recursos.

Contrario a esas creencias vamos a plantear acá que el oficio de maestro no ha existido siempre, y lo que entendemos por maestro no ha sido siempre lo mismo. Es decir que ser maestro no ha sido una constante en la historia. Ha habido diferentes maneras de entenderlo; lo cual supone que no es lo mismo lo que pasaba en el siglo XIX, lo que pasaba en los años treinta del siglo XX y lo que pasa en este momento.

Este planteamiento lo hacemos justo ahora que se ha abierto la posibilidad legal de que un profesional cualquiera, con un curso de un año en pedagogía, pueda ejercer la docencia en cualquier nivel de la educación básica y media.

Esto nos lleva inmediatamente a preguntar: ¿esto ha sido así en otras épocas?

La respuesta es no. Desde que apareció el maestro público de primeras letras a finales del siglo XVIII, surgió la preocupación por formarlo pedagógicamente para que pudiera hacer bien su oficio.  

Esta preocupación ha tenido diferentes connotaciones, según el momento histórico.

Podemos decir que el oficio del maestro ha cambiado radicalmente con el tiempo, en relación con sus fines políticos, con su importancia social, con el tipo de conocimientos y de valores que enseña, pero siempre se ha requerido una formación pedagógica especial. La discusión que se ha planteado, independientemente de ese contexto es si el maestro se debe formar específicamente para desempeñarse en ese oficio o si se necesita simplemente una formación complementaria para que otro profesional lo ejerza.   

Seguir esta discusión en el tiempo debe ser útil para revisar las reformas que se promueven hoy en día en relación con la profesión docente.


Primero

El maestro de escuela no tuvo antecesores. Fue el resultado histórico de una necesidad. A finales del siglo XVIII la Corona española quería que sus vasallos fueran letrados como condición para aumentar la productividad de sus reinos. Para ello, dispuso que se crearan escuelas públicas, un invento muy reciente que se estaba promoviendo en el mundo europeo como resultado de la secularización y la ilustración que vivían los Estados absolutos de la época. En ese momento se plantearon:

“… que con dolor se experimenta que cualquier hombre que no tiene para comer tome el arbitrio de abrir casa o en una tienda una escuela donde recoge alumnos muchachos, a quienes por su sola autoridad, enseña lo poco que sabe, o tal vez aparenta enseñarles para sacar alguna gratificación con qué alimentarse, sin que proceda licencia, examen, ni noticia de sus superiores”. (Moreno y Escandón. Santa Fe, 1774. Citado en Martínez et, al. Crónica del desarraigo. Editorial Magisterio, Bogotá 1989)

El problema desde el comienzo fu entonces el de la idoneidad que debía tener el maestro: la licencia, el examen y la noticia de un superior, porque no cualquiera podía ejercer el oficio.

Con la independencia de la corona española y la instauración de la república, se necesitaron maestros que cubrieran todos los rincones de la patria. Para ello había que formarlos y se hicieron diferentes propuestas que se fueron implementando a lo largo del siglo. La pregunta por la formación de los maestros atravesó todo el siglo y la defensa de dicha formación se hacía en estos términos:

“Pedagogos teóricos pretenden hoy hacer valer una antigua aseveración, a saber: la de que cualquiera, sin instrucciones especiales, puede enseñar bien lo que ha aprendido bien (…); opinan por lo tanto, porque se supriman las escuelas normales de institutores, y que en lugar de perder el tiempo en estudios teóricos y prácticos de Pedagogía, lo dediquen a ciencias profundas y positivas” ( Curso superior de pedagogía. El Boyacense. Tunja, agosto 23 de 1884, N° 33, pg. 131)

En ciencias profundas y positivas se formaban otros profesionales, pero lo que se reclamaba entonces era que no se pusiera en duda la necesidad de una formación específica para los maestros.


Segundo

Desde comienzos del siglo XX surgió la necesidad de educar a una nueva clase media urbana que estaba creciendo en expansión debido a los cambios que producía el proceso de industrialización, inimaginable en el siglo XIX. Para ello se creó la secundaria, entendida como un nivel educativo que algunos ciudadanos debían cursar para satisfacer ciertas necesidades de la entonces llamada modernidad.

En ese momento volvió a aparecer la pregunta, a propósito de otra necesidad: ¿Los maestros de secundaria deben formarse como tal? O deben ser expertos en un área del conocimiento que tengan la vocación de enseñar.

La respuesta fue de nuevo a favor de la formación específica de los docentes, con una profesión propia:

“En Colombia no disponemos aún, salvo casos de excepción, de un profesorado profesional para las enseñanzas secundaria y universitaria. Nuestro catedráticos son, en general, profesionales de cualquiera otra profesión menos de la enseñanza; la cátedra es un incidente, casi sin importancia, en la labor diaria del médico, del ingeniero o del abogado, que dedica casi la totalidad de su tiempo al consultorio, a la oficina o al bufete y una insignificante porción de él a la preparación de su labor clásica. No existe una carrera docente y este es un grave mal que refluye directamente en perjuicio de la juventud. La labor debería iniciarse, pues, por la preparación del profesorado, a lo menos para la enseñanza secundaria. En este orden de necesidades, la Facultad de Ciencias de la Educación ha iniciado una actividad que, en breve, empezará a dar sus frutos. Persigue ella la formación del profesorado para las futuras Escuelas Normales, dentro de un concepto sólidamente científico” (Bernal, Rafael (1934): “Las humanidades y el senado” Revista Educación: Órgano de la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad Nacional, Vol. 2, No. 16 (nov), Bogotá, Tip. Colón Casa Editorial, pg. 659.)

Tercero

Hasta el año En 2002 la primaria se universalizó y los maestros de estos grados seguían siguieron siendo normalistas. La secundaria se masificó y los maestros docentes de ese nivel siguieron continuaban siendo licenciados.

Con el nuevo Estatuto Docente (1278 de 202) se optó por otro camino: cualquier profesional con unas competencias básicas establecidas por decreto puede ejercer la docencia:

“Son profesionales de la educación las personas que poseen título profesional de licenciado en educación expedido por una institución de educación superior; los profesionales con título diferente, legalmente habilitados para ejercer la profesión docente de acuerdo con lo dispuesto en este Decreto; y los normalistas superiores.” (Decreto 1278 de 2020. Art. 3°)

Esto está marcando un hito histórico y habrá que ponderar sus consecuencias. A la carrera docente oficial están ingresando miles de profesionales que no han sido formados para la docencia. ¿Qué impacto está teniendo esto en el aula, en la institución educativa, en los niños y jóvenes?


CONCLUSIÓN

Los momentos descritos dan cuenta de tres maneras diferentes de entender el oficio y la profesión de maestro. Podrían ser más, Además de ser esta solo una simplificación de un proceso complejo, que se debe advertir, no coincide con modelos ideales, sino con formas mestizas de ser, con subjetividades múltiples que interactúan con herencias del pasado, con invenciones del presente. Lo cierto es que el ser maestro no es una condición estática, ni única, es móvil y múltiple. No hay una identidad por buscar en el pasado, ni por construir en el futuro: ser maestro ha sido algo muy diverso y ha cambiado con el tiempo. Pero desde que el maestro apareció en el escenario público ha habido una constante, y es la pregunta por su condición intelectual, esto es, por su condición profesional.

Esa inquietud resume la necesidad de formar sujetos idóneos, capaces de manejar no solo una disciplina para ser enseñada, sino un complejo conjunto de saberes que le den la capacidad de manejar múltiples relaciones: escuela y cultura local; – escuela y cultura universal; – escuela y ciencias; - escuela e infancia; – escuela y adolescencia; - escuela y violencia; -  escuela y medios de comunicación; - escuela y tecnologías; – escuela y ciudad, – en fin… En la medida en que se va haciendo más compleja la educación es más necesario pensar en su profesionalización.

Sin embargo, recientemente se ha establecido en el Estatuto Docente que cualquier profesional puede ser maestro. Esto puede significar el volver a esta larga discusión, de más de doscientos años, acerca de lo que debe saber un maestro. De acuerdo con lo que se deduce de esta nueva disposición, básicamente lo que debe saber un maestro es una disciplina y un método para enseñarla. Para hacerlo no se necesita una carrera especial y por lo tanto tampoco una institución especial. Surge entonces la pregunta acerca de ¿cuál será el futuro de las escuelas normales y de las Facultades de Educación, las instituciones encargadas de pensar sobre la pedagogía como disciplina fundante de la profesión? (art. 2, Resolución 1036 de 2004), y ¿cuál será el destino que le depara entonces a de la pedagogía?,. Es claro que sin un campo de saber no habrá profesión, y sin un maestro profesional no habrá necesidad de desarrollar más la pedagogía... ¿Será que competencias bastan?


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